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viernes, 21 de marzo de 2014

Hoy, cuento: El corredor

Estoy cansado. Ya llevo una hora en este trayecto, de casi dos horas de duración, y la verdad es que ya no sé ni qué postura coger. Estos butacones son tan cómodos que no me extrañaría que su diseñador hubiese sido un antiguo fakir pero... ¡qué vamos a hacer! seguiremos sometiendo a los isquiones a un duro entrenamiento en pos de conseguir el record mundial de permanecer sentado sobre una piedra de granito. Bromas a parte, y que quede entre nosotros, ya tengo el “dos de oros” entumecido; si me pellizcan no voy a tener el gusto de ver al autor o autora de dicha gentileza. Maldito asiento.

Este camino me toca hacerlo cada día dos veces para ir y volver del trabajo, y es una autentica paliza diaria. Si duro es a la ida, porque es de mañana y con el madrugón casi no atinas a entrar por la puerta de la estación, por la noche es insufrible, porque con el cansancio de un duro día de trabajo y la incomodidad supina de los asientos, es lo más parecido a un “vía crucis” que puede existir. Eso sí, con la cruz convertida en una magnífica mochila acolchada.

Mas de uno me ha preguntado el porqué de un trayecto tan largo, pero cuando les explicas que tenía que escoger entre dormir en un parque o en una casa, lo entienden rápidamente. Y aún el gobierno se queja de la escasa movilidad laboral... ¡Con un calcetín sudado les pegaba!

Un tipo corriendo acaba de pasar a lo largo del vagón, y ha cambiado de coche. Algo debía de buscar, aunque espero que no sea nada alarmante.

Para ser francos, cuando lo he visto pasar corriendo arriba y abajo del vagón dos veces, me he alarmado mucho, pero ya lleva pasadas delante de mí unas veinte veces y más que nerviosismo, lo que tengo es un “mosqueo” de antología. ¿Este tipo por qué corre? ¿Una promesa? ¿Aprovecha el tiempo en el tren y se lo ahorra de gimnasio? No sé.

La curiosidad me devoraba y no he podido más que parar al curioso corredor.

-¡Oye! ¿Que ocurre algo? Llevas media hora corriendo por el vagón.

-¡Ah! ¿Eso? No, no es nada. – respondió el atípico atleta- Lo que pasa es que me gusta mucho el trayecto y para que se me haga más largo lo hago corriendo. De esta forma hago más distancia y disfruto más del viaje.

Si me pinchan, me habrían hecho daño, seguro, pero no habrían sacado gota. Yo, quejándome todo el día de que el viaje es eterno, y hete aquí que encuentro a alguien al cual se le hace corto. Definitivamente, el mundo está mal repartido.

Tras pensar un buen rato, he retrasado mi reloj. De esta forma, yo consigo llegar antes... y él también.

¡Qué malo soy!

¡Ah! ¿Eso? No, no es nada.